Me encanta la gente que tiene iniciativa. Son valientes, visionarias, automotivadas, resilientes y emprendedoras. Son atributos alabados en los libros de liderazgo, y muchos de nosotros desearÃamos tenerlos en mayor medida. Pero estas personas innovadoras tienen un lado oscuro. A veces, quienes forman (o reforman) iglesias e instituciones les cuesta compartirlas con otros o renunciar a ellas cuando llega el momento de irse. Eso se llama "sÃndrome del fundador", y es una de las dinámicas más persistentes, y poco saludables, en el ministerio.
Una versión del sÃndrome del fundador está detrás de nuestra renuencia a invertir en lÃderes emergentes. Tanto en una gran empresa como enun pequeño grupo, los que estamos al mando queremos asegurarnos de que las cosas se siguen haciendo de la manera "correcta". Y, con demasiada frecuencia, lo "correcto" se traduce en hacer las cosas a nuestra manera.
Sin embargo, las Escrituras nos ofrecen un modelo de liderazgo muy diferente: uno que empuja a los lÃderes a identificar, orientar y dejar paso al siguiente lÃder. Abraham tuvo a Isaac, Moisés a Josué, David a Salomón, ElÃas a Eliseo, Juan el Bautista a Jesús, Bernabé a Pablo y Pablo a Timoteo. Este modelo también es la razón por la que Moisés exigió a los padres que inculcaran la Ley a sus hijos (Deut. 6:7, 20-25). Esta es la razón por la que Salomón comunicó sus proverbios a su hijo (Prov. 1:8). Este es el porqué Jesús eligió a 12 discÃpulos para enseñarles sobre su reino (Mt. 4:18-21).
Apoyar y abogar por los lÃderes emergentes no es fácil. A veces, la comunidad en general se opone al lÃder emergente. ¿Recuerdan cómo Pablo tuvo que animar a Timoteo a que no permitiera que nadie le menospreciara por el mero hecho de ser joven (1 Tim. 4:12)? A veces, los lÃderes emergentes carecen de convicción y carácter; pensemos, por ejemplo, en los hijos de Samuel, que demostraron no ser dignos de ser sucesores de su padre. Sin embargo, mi experiencia me dice que el mayor obstáculo para los lÃderes emergentes es cuando los "lÃderes principales" se resisten a invertir tiempo y energÃa en los futuros lÃderes o no asumen los riesgos necesarios para ayudarles o permitir que los lÃderes emergentes surjan.
Sin embargo, cuando invertimos este tiempo y asumimos esos riesgos, el resultado usualmente vale la pena. No hay mayor bendición que haber cooperado con el EspÃritu para el florecimiento de lÃderes emergentes. Durante mi estancia en HaitÃ, nada me dio más gusto que ser mentor de nuevos pastores, plantadores de iglesias y misioneros.
La Iglesia Cristiana Reformada también se ha comprometido a ejercer bien el liderazgo. Un objetivo (o hito) de nuestro plan ministerial denominacional a cinco años es convertirnos en iglesias y comunidades que "escuchan las voces de cada generación, formándonos para el ministerio juntos." ¡Que llamado tan emocionante!
Yo, por mi parte, estoy deseando ver a quién Dios está preparando para el liderazgo en nuestras congregaciones, clasis y denominación. Y quiero señalar que estos lÃderes emergentes no son sólo de las generaciones más jóvenes. En toda la ICR hemos visto el liderazgo y el crecimiento de iglesias y miembros de grupos étnicos minoritarios. Esforzarnos por escuchar las voces de las nuevas generaciones de miembros de la ICR requerirá que demos paso a lÃderes y estilos de liderazgo latinos, coreanos, del sudeste asiático, negros e indÃgenas.
Si lo hacemos—si nos arrepentimos de nuestro sÃndrome de fundador y volvemos a comprometernos a formar lÃderes de todas las edades y etnias—tendremos la oportunidad de convertirnos en una iglesia de Apocalipsis 7:9 formada por "toda nación, tribu, pueblo y lengua", como Dios quiere.
About the Author
Rev. Zachary King is the general secretary of the CRCNA. He is a member of Cascade Fellowship Christian Reformed Church in Grand Rapids, Mich.